viernes, 1 de abril de 2011

Pánico y doble guerra

En el decimotercero país más rico del mundo, treinta mil personas han muerto desde que el actual presidente Felipe Calderón asumió, en el año 2006, el cargo a la cabeza del ejecutivo nacional. La supuesta guerra que le ha declarado al narcotráfico se ha traducido en realidad como una guerra por mantener la pseudo-legitimidad de su cargo, obtenido fraudulentamente en las elecciones presidenciales del 2006.
En un país con más de 112 millones de habitantes, el resultado final del sufragio fue descaradamente marcado por una ínfima y manipulada diferencia de 300 000 votos. Tal resultado fue la consecuencia de una estrecha cooperación entre este fraudulento presidente, Luis Carlos Ugalde -consejero presidente del IFE-, el Tribunal Federal Electoral mexicano, y ni más ni menos que su cuñado, Diego Zavala -director de la empresa Hidelbrando, que había firmado un contrato con el Instituto Federal Electoral y pudo tener acceso a la información electoral, estratégica y confidencial del gobierno a través del Programa Resultados Preliminares.
¿Entonces cómo mantenerse a la cabeza del país durante 4 años partiendo con tal carencia de legitimidad constitucional y de apoyo en la población?
El Presidente Felipe Calderón, comúnmente apodado “Fecal”, ha sabido inspirarse de sus aliados políticos internacionales para establecer cierta estrategia capaz de mantener a la opinión dentro de un semi-atolondramiento basado en el “pánico solidario”.
La reelección de George Walker Bush en el 2005 fue una excelente cátedra para Fecal. El “éxito” de este ex-mandatario estadounidense estuvo basado igualmente en un fraude electoral con los votos del Estado de Florida. Para lograr garantizarse un tanto de legitimidad, Bush aplicó la técnica que Naomi Klein llama la teoría del “shock”. La aplicación de esta técnica es muy sencilla, y garantiza casi siempre notables resultados. Simplemente se inyecta una buena cantidad de pánico a la población civil, la justa necesaria como para hacerles creer y aceptar básicamente cualquier cosa, y luego se emprenden “al gusto” los proyectos previstos desde un principio. Bajo la era Bush a este pánico se le llamó “terrorismo”.

Otro ejemplo para Fecal fue el de su par colombiano de aquel entonces, el presidente Alvaro Uribe. La legitimidad de este último se basaba más que nada en el pánico infundido a la población acerca de las fuerzas insurgentes, vulgarmente apodadas “narco-terroristas” -y aquí habría que hacer un especial reconocimiento a este ex-mandatario sudamericano por su labor como inventor de palabras capaces de crear una imagen de terror a nivel nacional e inclusive internacional.
Videos dignos de escenarios “hollywoodenses” eran difundidos continuamente por las televisoras colombianas, donde se pintaba al ejército colombiano como héroe de la población civil, como salvador de Colombia… Y Uribe fue también reelecto.
Quizás habría entonces que interrogarse acerca de ciertas paradojas en cuanto a estos dichos héroes. ¿Por qué existen alrededor de 51 000 civiles desaparecidos civiles colombianos?, y ¿por qué -tal como lo demuestra el periodista independiente Hollman Morris en el documental Sin Tregua- innombrables veces las fuerzas armadas colombianas han asesinado fríamente a campesinos, los han disfrazado de insurgentes, y han sumado tales masacres a la lista de éxitos de la lucha anti-narco-terrorista?
En México, Fecal tenía que encontrar la manera de hacer que la gente que no lo apoyó en las casillas pudiera voltearse hacia él y quizás mirarlo como la persona a cargo y con las capacidades necesarias para luchar contra aquel enemigo que aterraba a la población. En este caso a la estrategia mediática del pánico se le llamó “guerra contra el narco”.
Ahora bien, ¿cómo se puede esperar obtener la legitimidad popular, declarando una hipócrita guerra al narco, cuando se sabe que él mismo ha tenido lazos más que cordiales con este?
El hermano de Fecal, Luis Calderón Hinojosa, era cobrador administrativo de la nómina de la Comisión Nacional del Agua cuando se descubrió a dos pilotos de esta misma buenamente transportando 5 toneladas de cocaína… No parece extraño presumir que habrá cobrado muy buenas nóminas.
Por otra parte, el 30 de agosto del 2008, aparecieron “narcomantas” en el Estado de Tabasco, manifiestamente colocadas por los Zetas, el brazo armado del Cartel del Golfo, con mensajes de advertencia explícitamente dirigidos hacia Fecal a quién se referían como ”Sr. Narco Presidente”, instándolo a dejar de proteger a renombrados Capos tales como el Chapo Guzmán, Mayo Zambada y a La Familia Michoacana. El entonces Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, habló de este episodio como de una estratégia propagandística.
Quizás la propaganda haya tenido más efecto que el que él había previsto, puesto que el jet oficial del gobierno federal, en el que viajaba desde San Luis Potosí -Estado que tampoco ha logrado escapar de las ejecuciones del narcotráfico-, junto con otros funcionarios importantes como José Luis Santiago Vasconcelos -quien fue subprocurador de la Procuraduría General de la República y era en ese entonces titular de la Secretaría Técnica con la tarea de implementar medidas de seguridad y de justicia penal-, se desplomó y explotó en pleno periférico de la Ciudad de México… Descansen en paz.
La investigación acerca de este accidente aéreo revela interesantes incongruencias entre lo que alega la versión dada a conocer por el gobierno, quien culpa a los dos pilotos y al controlador aéreo de “negligencia”, y la versión dada a conocer por José Luis Candiani Zamora, perito de la empresa ING Seguros de Londres y antiguo agente de la Dirección General de los Servicios Periciales de la misma Procuraduría General de la República, quien habla de una indudable “falla técnica”…
Son hechos que dejan demasiado que pensar acerca de la veracidad de esta lucha contra el narcotráfico y que no llevan más que a inclinarse ante la imagen de la doble guerra perdida de Fecal, la guerra contra el narcotráfico y la guerra por su legitimidad.

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